domingo, 5 de abril de 2009

3-6 3-6 Sin hambre, derrota.

Después de unos cuantos partidos comentados me gustaría empezar de forma diferente la crónica de este partido. De forma diferente siempre te presentas a un nuevo partido. Con el cuerpo más o menos cansado, con la mente más o menos concentrada, con más o menos espíritu de lucha. Sinceramente los prolegómenos del partido no eran muy prometedores. Después de una madrugada llena de luna negra, llena de vacíos dentro silencios , de recuerdos y emociones que atraviesan paredes del pasado como bisturíes la muda muerta de la piel que ya no sirve y de salir corriendo huyendo del miedo creo que nadie se encontraría con muchas ganas de jugar un partido de tenis.

Curiosamente esta situación me puso accidentalmente delante de un partido de tenis. El que jugaban Federer y Djokovic la madrugada del viernes 4 al sábado 5 de abril. Serían las 5:30 de la mañana, con la cabeza en otras guerras de batallas ya perdidas hacía tiempo, cuando mi cuerpo, sin ninguna clase de sueño, se sentaba para observar un partido de los admirados tenistas profesionales.

Lo siento Roger. Te pido perdón porque es noche de errores y noche de futuros perdones. No se por qué ni sobretodo cómo, te pude transmitir toda la mala suerte de aquella noche. Pero te llegó. Aterrizó en tu brazo y fue penetrando como un tentáculo canceroso dentro de tu cuerpo. Hasta que llegó a tu punto débil, a tu talón de Aquiles mi admirado rey de lo exquisito, de lo sencillo, del fluir de la mente con el cuerpo. Y ese clavo oxidado llegó hasta tus emociones, viajando de Europa a Estados Unidos sin perder ni un ápice de su fuerza, o quizás haciéndose más y más fuerte en medio de alguna tormenta en el mar Atlantico.

Y la tormenta se descargó en tu interior. Mis ojos que sólo veían através de las cosas, que lanzaban rayos x en todas direcciones buscando el origen del porqué, de rrepente se fijaron en tus contínuos errores, Federer. No hacías más que fallar. Fallabas un resto sencillo, un revés cortado o una simple derecha liftada que se te iba más de 2 metros fuera de la pista. Y bajabas y bajabas en picado, como un inmenso zepelin deborado por las llamas, hasta que tocaste tierra. Por fín tocaste el suelo.

Y en aquella volea sencilla, que la ibas a meter pegada a la línea de saque, con un ligero efecto hacia afuera para darle más clase si cabe, en aquella volea que mandaste a la red nos hicistes a todos los que jugamos a este deporte números uno por unos segundos que parecían horas. Intentaste clavar tu arma infalibe en la tierra, tu excalibur, para que quizás algún nuevo y joven aspirante a rey se atreviese con humildad a recoger tu testigo. Pero tu magnifica espada rebotó y salió volando hecha añicos. Allí estaba, justo en ese sitio, en donde pretendiste enterrar tus errores, allí estaban todas nuestras derechas imposibles, nuestros reveses de ensueños perdidos en medio junglas de voces y tormentas eléctricas mentales.

Gracias Roger. Por habernos hecho con tu gesto por fín caballeros de la raqueta, defensores del honor al error, buscadores incansables del santo grial del acierto y la satisfacción. Cuando lo encontremos beberemos a la salud de tu humano gesto por habernos enseñado el camino. Gracias por enseñar al mundo lo ingrato y despiadado que puede ser el tenis con uno mismo. Nuestro orgullo luchará siempre contra esa guerra perdida. Hasta la muerte.


Y bueno, mi partido no tiene mucha historia. Sin hambre no hay ganas de comer, y con sueño y cansancio menos aún. Con la mente de nuevo en otras batallas, el partido queda en un plano de la cuarta dimensión. Mi rival jugó mejor y cometió menos errores. Al menos, si hubiesen jueces en el partido, me hubiesen dado el mvp del partido por ese punto perfecto:

"Trabajando el punto para ir echando más y más hacia atrás al rival y en el momento en que deja la pelota a media pista, jugar una derecha profunda y subir a la red, y con una buenísima defensa de mi rival desde el fondo de la pista, me tira la pelota cruzada y a los pies y agachándome de forma atlética y dándole un golpe de muñeca de forma magistral hago un stop-voley que deja la pelota muerta en el cuadro de saque cerca de la red. El público se lavantaría maravillado y vocearía asombrado por la jugada". Va por ti Roger...